domingo, 18 de marzo de 2012

Diez relatos que estremecieron la literatura hispanoamericana (1)

El pozo de Onetti

 

Al parecer todo comenzó con Juan Carlos Onetti. Sucedió en Montevideo. Tenía entonces 30 años y se ganaba la vida como secretario de redacción del semanario Marcha. Como suele suceder en estos casos, pocos entendieron en su momento la importancia del hecho. Para Onetti no se trataba de un hallazgo espontáneo, resultado de la improvisación o la suerte, sino un acto consciente de renovación estética de cara a su tiempo, del que venía dando fe en la columna "La piedra en el charco", que escribía semanalmente bajo el seudónimo de Periquito el aguador. El pozo se publicó por la Editorial Signo en 1939, y pasó, como la mayoría de su obra hasta la década del setenta, con más penas que glorias. Eran los tiempos donde aún reinaban en Latinoamérica variantes del romanticismo, criollismo, folklorismo, positivismo... El hombre ligado a su circunstancia, a un destino nacional o político que abolía las individualidades y recalcaba lo comunitario, lo autóctono de modo colectivo, mediante personajes arquetipos, símbolos muchas veces maniqueos de clases y estratos sociales. Cómo entender entonces a este tal Eladio Linacero, espíritu libre y perverso, que desde un cuarto en un lugar cualquiera de la ciudad, suelta oprobios contra el prójimo y confiesa sin remordimiento, sin moraleja incluida ni sentido de culpa, sus más oscuros e irreverentes pensamientos.

    Me sorprende la relectura de este relato en pleno siglo veintiuno. Increíblemente no ha envejecido, por el contrario parece escrito ayer mismo. Descubrimos a un personaje difícil de encasillar, que lanza sus soliloquios a través de narraciones fragmentadas, sueños vacuos que a nadie importan, retazos de historias sin aparente sentido, aderezados con reflexiones existenciales que rozan el sexo, el amor, el comunismo, Hitler, Stalin. Todo destilando fracaso. Vericuetos que no conducen a ninguna parte. Los demás personajes, evocados sin paternalismo o nostalgia, son gente machucada por la vida o por el peso de su propio sueño perdido. Putas sin orgullo, poetas que no pasaron de ser una gran promesa, revolucionarios trasnochados que han visto pasar la vida y no la revolución. Al que haya seguido la obra de Onetti,  le será fácil descubrir en la escritura de El pozo el embrión de lo que vendría después, sobre todo de su primera gran novela La vida breve (1950) y ese extraño  cuento titulado Un sueño realizado (1951). Camino abierto que seguirán no pocos narradores en legua española hasta nuestros días. De ahí que autores como Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez lo hayan tenido como primer referente de literatura moderna de este lado del Atlántico.

A estas alturas, aunque tampoco he invertido tiempo en averiguarlo, desconozco por qué el centenario del escritor Juan Carlos Onetti, homenajeado en toda Iberoamérica en el 2009, trascurrió en Cuba con una frialdad verdaderamente lamentable. Se sabe que por esta tierra ni su literatura ni su personalidad lograban encantar del todo. Ninguna de las generaciones literarias lo tuvo como luz a seguir del llamado boom. Solo algunos seguidores incondicionales (como Guillermo Vidal y Alberto Garrido, tan irreverentes como él) lo defendían a capa y espada. Fue jurado del Premio Casa de las Américas en la década del sesenta (por cierto, dicen que pidió algunas botellas de vino y se encerró por días en una habitación), y a continuación se publicaron tres de sus novelas y una Órbita, entrevistas y ensayos editados por la colección de Casa. Juntacadávares, reeditada en 1990, fue la última letra suya impresa en la isla. Luego silencio. Cierto, no era un tipo complaciente, de esos que inclinaba la cabeza ante el primer halago. Reacio a cuanto pudiera invadir y perturbar su pequeño mundo (protagonizando por tres elementos: los libros, el alcohol y las mujeres, tan sagrados como lo fueron el agua, el fuego y el aire para los antiguos filósofos presocráticos), Onetti solía ser un animal literario escurridizo, como si tuviera conciencia de que su rara especie, en vías de exterminio, debía estar siempre a la defensiva para contener la extinción. Sabemos que una cosa es el ser íntimo y otra el social. En su caso se rompe tal dicotomía: la sinceridad aquí marca obra y vida. Desde sus primeros artículos en el semanario Marcha, ya mostraba sus dotes de lengüilargo. De 1939 a 1941 escribe su columna con el objetivo de remover el piso en el que descansaba la literatura uruguaya (y latinoamericana, como se reconocerá mucho mas tarde), anterior a esa época.    

Ya en España, se dice que no creyó en su premio Nobel y se enfrentó a Camilo josé Cela. El de La familia de Pascual Duarte la había cogido con todo cuanto lo rodeaba, incluido dos escritores de valía, también renovadores en su tiempo, Julio Llamazares y Antonio Muñoz Molina. Onetti salió en su defensa y le subió la parada a Don Camilo, cosa que pocos se atrevieron a hacer. En la intimidad, cuentan los que lo conocieron de cerca, Onetti no se guardaba nada y esgrimía opiniones lo mismo con aspereza que con fino humor.

Hace poco la escritora Oneyda González me avisó que acaba de caerle en las manos una series de entrevistas a personalidades de la cultura latinoamericana, y entre ellas se encontraba Juan Carlos Onetti. Los videos resultaron ser parte de A Fondo, todo un clásico de Radiotelevisión Española. Reconozco que aquel Onetti, parco, gelatinado frente a las cámaras, casi agonizante, como un pez que han sacado a la fuerza del agua para ver cuánto resiste, no era lo que esperaba después de haber leído su literatura y recordar una vieja entrevista, en la que el escritor parecía un peleador acorralado, lanzando golpes con la intención de noquear y terminar lo antes posible el combate. En este programa de 1978, Onetti desde el primer round ya está noqueado y uno no logra saber jamás que lo sostiene en pie. Solo de vez en cuando vuelve al ruedo para apuntar alguna frase, quizás por orgullo, quizás por instinto. El presentador quiere hablar de esto y aquello, y a Onetti nada parece importarle demasiado, excepto que Cortázar deje la literatura para dedicarse a otras causas. Enciende un cigarro tras otro, bebe pequeños buches de algo trasparente, que viniendo de él uno intuye que puede ser cualquier cosa menos agua. "En realidad, ¿cómo nace ese mito geográfico, y humano y urbanístico que es Santa María?", dice el presentador. "!Ah!, esa si es una pregunta de esas…", exclama medio herido Onetti, retoma el vaso, aspira el cigarro, suelta la bocanada, y por el gesto lento y la mirada se intuye que está a punto de morir si no lo regresan pronto a su habitad natural. Finalmente da un rodeo por el Río de la Plata para salvar lo mejor que puede la situación, porque definitivamente le cuesta muchísimo hablar de su obra. Lo que acabó confirmándome que Onetti era un escritor hacía dentro. Lo externo solo funcionaba como el caldo de cultivo cocinado en su cerebro. No vi a un figurín queriendo ser más inteligente que sus libros, sino a un médium literario incapaz de salir del trance. Más adelante, hacia el final de la entrevista, por fin revela un secreto: "No sé si hablamos ayer de mi falta de disciplina. Yo no puedo ir a sentarme a la máquina, o sentarme con el lápiz de tal hora a tal hora, me es imposible hacerlo. Yo escribo cuando tengo el arranque de escribir, cuando tengo las ganas de escribir…" El entrevistador parece tomar un segundo aire. Sus ojos, antes derrotados por tanta indiferencia, brillan con semejante confesión. Entonces Onetti se anima y hasta cuenta una discusión con Vargas Llosa en un hotelucho de San Francisco sobre esto de los métodos de cada quien a la hora crear. "Mira Mario le dijo al de La ciudad y los perros con miedo a que se ofendiera lo que pasa es que tú con la literatura tienes una relación conyugal, y para mí es una relación con una amante".

 En el 2014 se cumplirán veinte años de la muerte de Juan Carlos Onetti. Estamos a tiempo en Cuba para atenuar la deuda acumulada, que no supimos saldar de una vez y por todas a propósito de su centenario.

 

Obdulio Fenelo

 

 

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